lunes, 10 de mayo de 2010

Espero no dejar de reírme incluso cuando estoy llorando



Hace unos días volvió a pasar... tan solo es una vez más, pero tan igual a las anteriores que duele mucho más profundo, de una forma mucho más definitiva. De nuevo otro golpe, otro arañazo, un motivo más para la desconfianza, otra puerta abierta a la ansiedad... otra traición. De nuevo me volví de cristal y me rompí en cientos de trocitos que se desparramaron por el suelo... ruido de cristales... hubo tanto ruido... las personas hacen mucho ruido cuando se resquebrajan, pero casi siempre sólo puede oírse desde dentro... ruido malnacido... Hace unos días empecé a llorar. Lloré por todo lo que había soportado, porque dolía mucho y porque lo había soportado voluntariamente. Lloré por tener que matar la última esperanza. Lloré de rabia y de pena... lloré de miedo por el tiempo perdido. Lloré por no ser capaz de reconocerme a mí misma. Hace unos días empecé a llorar y no sé cuándo parará. No importa, sé que parará. Lo sé porque, incluso en días como estos, en los que cada mañana te despierta un pinchazo en el alma en vez del odiado despertador, en los que las lágrimas acuden y te asaltan sin avisar en el momento más inesperado, en los que a ratos sientes que sólo eres un poco de piel que recubre una piedra inerte e insensible... cada uno de estos días, al menos una vez, ha habido algo o alguien que ha sido capaz de arrancarme una sonrisa... y cada sonrisa me recuerda que la vida está llena de cosas buenas, que la felicidad existe en alguna parte... y que yo alguna vez seré capaz de volver a creerlo. Espero que nunca me falte la risa, espero conservarla como arma contra la desesperanza. No quiero convertirme de verdad en piedra.