
La vida está llena de puertas. Hace falta valentía, decisión, buen humor, optimismo y una buena dosis de esperanza para ir abriéndolas según las vamos encontrando a nuestro paso. Abrirlas es condición ineludible para seguir avanzando… y eso las puede llegar a convertir en obstáculos ante nuestros ojos. A veces nos cuesta darnos cuenta de que no son más que eso, puertas que hay que atravesar para continuar nuestro camino… sólo continuar. No es un juego… pero tampoco es algo dramático hasta el punto de que debamos consentir que el miedo nos atenace a la hora de elegir por cuál de ellas vamos a pasar. No son más que puertas. Quizá no hay una mejor que otra… sólo son diferentes. Quizá no haya una opción equivocada. Tal vez la clave está en vivir las elecciones de nuestra vida como una aventura... con una cierta curiosidad por lo que encontraremos que sustituya, o al menos contrarreste, el miedo a lo desconocido, a lo incierto del futuro que nos espera tras la puerta elegida… creo que me estoy refiriendo a la ilusión. Pero el peor de los miedos es el que se tiene a perder lo que había tras las puertas desechadas. Ése es el terror que nos puede impedir avanzar… aunque quizá la clave es pensar que no hay una opción equivocada… sólo diferentes vidas posibles.